La tularemia, una peligrosa infección que pueden transmitir nuestras mascotas

En la pandemia de coronavirus se ha evidenciado que los animales pueden transmitir enfermedades peligrosas a los humanos.

María Camila Sánchez

    La tularemia, una peligrosa infección que pueden transmitir nuestras mascotas

    La tularemia es una enfermedad poco frecuente, pero muy contagiosa, el origen de esta es bacteriano y ataca la piel, los ojos, los ganglios linfáticos y los pulmones. Y aunque principalmente afecta a los animales, también se puede ver en humanos.

    Entre los principales animales que pueden tener esta enfermedad están: conejos, liebres, roedores, aves, ovejas, perros o gatos. Y se transmite a los humanos a través de picaduras de insectos y la exposición directa a animales infectados.

    ¿Cuáles son sus síntomas?

    El cuadro de la tularemia suele tener un período de incubación de unos 3 a 5 días, pero que puede extenderse, incluso, hasta los 21 días. Hay varios tipos de tularemia, en función de cómo y dónde ingresan las bacterias al cuerpo

    Por ejemplo, cuando la tularemia se contrae por la picadura de un insecto o la mordedura de un animal provoca un cuadro conocido como tularemia ulceroglandular y caracterizado por la aparición de una úlcera en el lugar de ingreso de la bacteria, inflamación de los ganglios linfáticos, fiebre, escalofríos, dolor de cabeza y cansancio.

    Si no hay úlcera, pero está presente el resto de esta sintomatología, se denomina tularemia glandular.

    Cuando la enfermedad afecta a los ojos (tularemia oculoglandular), puede producirse dolor ocular, enrojecimiento ocular, hinchazón y secreción ocular, úlceras en el párpado y fotosensibilidad.

    Si, por el contrario, afecta a la boca, la garganta y el tracto digestivo, se conoce como tularemia orofaríngea. Los signos, en este caso, incluyen fiebre, dolor de garganta, úlceras bucales, dolor abdominal, vómitos, diarrea, inflamación de las amígdalas e hinchazón de los ganglios linfáticos del cuello.

    Otra posibilidad es que afecte a los pulmones (tularemia pulmonar), en los que provoca una neumonía con sus manifestaciones típicas (tos seca, dolor pectoral, dificultad para respirar y fiebre alta).

    Por último, la forma más grave que toma la infección es la tularemia tifoidea, caracterizada por fiebre alta y escalofríos, dolor muscular, dolor de garganta, vómitos, diarrea, esplenomegalia, hepatomegalia y neumonía.

    En casos muy extremos, además de neumonías la tularemia puede provocar meningitis (infección de los líquidos y membranas que rodean el cerebro y la médula espinal), pericarditis (hinchazón e irritación de la membrana que envuelve el corazón) u osteomielitis (infección de los huesos). Todas estas complicaciones pueden, eventualmente, poner en riesgo la vida.

    ¿Cómo se trata?

    Por suerte, la tularemia suele responder bien a tratamientos con antibióticos. Comúnmente, se emplean gentamicina o estreptomicina, aunque también son eficaces algunos como doxiciclina o ciprofloxacina.

    Además de ello, se suele abordar una estrategia para aliviar los síntomas y prevenir o tratar complicaciones, lo que en algunos casos puede suponer hospitalizar al enfermo.

    Normalmente, superar la enfermedad suele producir inmunidad a la misma, aunque se conocen casos de reinfecciones y recidivas.

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