El impacto de la toma compartida de decisiones clínicas en el contexto de la vacuna Pcv13 en adultos

Las recomendaciones de rutina, de rescate y basadas en factores de riesgo son las estrategias más comúnmente usadas en el contexto de la vacunación

Medicina y Salud Pública

    El impacto de la toma compartida de decisiones clínicas en el contexto de la vacuna Pcv13 en adultos

    Karen Martínez Robles, MD
    Redacción Médica MSP

    Resumen 

    La toma compartida de decisiones clínicas en el contexto de la vacuna PCV13 en adultos es una estrategia que fue adoptada y recomendada por el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP por sus siglas en inglés) luego de evaluar el impacto de indicar esta vacuna en todos los adultos de 65 años o más, y no encontrar un beneficio claro. En el siguiente artículo, se revisan las ventajas sobre esta estrategia y cómo surgió su implementación. 

    ¿Qué es la toma compartida de decisiones clínicas?

    Las recomendaciones de rutina, de rescate y basadas en factores de riesgo son las estrategias más comúnmente usadas en el contexto de la vacunación; están determinadas por un grupo de indicaciones previamente establecidas, a menos de que exista alguna contraindicación1, mientras que, la estrategia de toma compartida de decisiones clínicas se basa en condiciones más especiales, que dependerán de cada individuo, como puede ser: su deseo de vacunarse, sus características particulares y el beneficio que podría obtener con dicha vacuna. Recibe su nombre dado que la decisión final es tomada junto con el proveedor de atención médica que puede ser un médico de atención primaria, un médico especialista, una enfermera, un farmacéutico, entre otros.4

    ¿Por qué implementar la toma compartida de decisiones clínicas para la vacuna neumocócica conjugada PCV13?

    Dentro de las recomendaciones del Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP por sus siglas en inglés) para la vacunación basada en la toma compartida de decisiones clínicas, se encuentra la vacuna neumocócica conjugada (PCV13) para adultos de 65 años o más sin enfermedades inmunosupresivas, fuga de líquido cefalorraquídeo o implante coclear; así como también las vacunas contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), el virus de la Hepatitis B (VHB) y el meningococo B (MenB).1 De forma rutinaria, la vacuna conjugada PCV13 se encuentra dentro del esquema de vacunación pediátrico y se inicia en menores de 2 años en series de 4 dosis (2 meses, 4 meses, 6 meses y 12 a 15 meses) con el propósito de disminuir la incidencia de enfermedad neumocócica en este grupo etario y además, erradicar el transporte nasofaríngeo de la bacteria en lactantes y niños pequeños, que son considerados el principal reservorio en la población.

    Esta decisión de incluir la PCV13 como parte de las vacunas que deben ser usadas conforme la toma compartida de decisiones clínicas, surgió del análisis realizado por parte del ACIP en términos de carga de enfermedad, efectos de la vacuna, aceptabilidad, uso de recursos y factibilidad de los cambios en las recomendaciones.2 En el año 2014, el ACIP decidió recomendar la PCV13 en todos los adultos de 65 años o más con el fin de lograr una mayor cobertura y disminuir la incidencia de enfermedad neumocócica en este grupo de pacientes teniendo en cuenta que es más común que se presente en los extremos de la vida (menores de 2 años y mayores de 65 años), no obstante, esta recomendación no logró reducir significativamente la incidencia. Fue entonces que consideraron adoptar una nueva estrategia en la que primara el beneficio individual, incluso en ausencia de beneficios notables a nivel poblacional. Reconocieron que, al tener indicaciones tan arbitrarias, dejaban fuera a otros pacientes con afecciones que podían aumentarles el riesgo de neumonía y no tenían en cuenta que la fragilidad y la inmunosenescencia que se desarrolla con la edad, eran también factores determinantes. 2

    ¿Cómo se implementa esta estrategia?

    En principio, se recomienda que el personal de salud inicie la conversación con su paciente dejándole claro que la vacuna es segura y efectiva y que, a nivel individual el impacto es mayor. Posteriormente, deben ser consideradas las condiciones clínicas del paciente para determinar el riesgo individual en su caso (presencia de enfermedades crónicas, de inmunosupresión, de malignidad, antecedentes patológicos, medicamentos que toma, si fuma o consume sustancias psicoactivas, entre otros). Finalmente, el proveedor debe darle un espacio al paciente para resolver sus dudas respecto al tema y dar a conocer su opinión frente al paso a seguir. Cabe resaltar que muchos seguros médicos no cubren este tipo de vacunas, por lo que el tema económico deberá ser parte de la conversación antes de tomar una decisión. Es importante dejar constancia en la historia clínica de la aprobación o rechazo de la vacunación por parte del paciente.

    Conclusión

    La toma compartida de decisiones clínicas es definitivamente una estrategia que involucra de forma más activa tanto a los proveedores de salud como al paciente, porque busca que los riesgos, los beneficios, las condiciones particulares del paciente y sus deseos sean puestos sobre la mesa y propicien una conversación entre pares donde se resuelvan dudas y se empodere al paciente sobre su propia salud. De esta forma, la decisión final es tomada por ambos, la relación médico-paciente se ve nutrida con esta interacción, así como también, se disminuyen costos al no clasificar la vacuna como parte de un esquema rutinario sin beneficios reales a nivel poblacional. 

    Bibliografía: 

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