Mediante una tomografía computarizada, los especialistas descubrieron inflamación rectal grave desde el colon descendente distal hasta el recto.
Una mujer de 40 años presentó dolor abdominal bajo de inicio agudo, hematoquecia (sangrado rectal) y tenesmo (sensación de que usted necesita defecar, aunque los intestinos ya estén vacíos).
Negaba antecedentes recientes de viajes, enfermedades o contacto con personas enfermas. Tenía antecedentes de síndrome de intestino irritable de tipo mixto y cólico biliar, pero nunca había experimentado hemorragia rectal ni hematoquecia. Aunque su historial médico familiar incluía a un hermano con colitis ulcerosa y a sus tías con enfermedad de Crohn, la paciente negó cualquier diagnóstico previo de enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
En la exploración física, la paciente presentaba sensibilidad a la palpación en la parte inferior del abdomen, especialmente en la región suprapúbica. La tomografía computarizada mostró una proctocolitis (inflamación del recto) grave desde el colon descendente distal hasta el recto.
El Clostridioides difficile, la toxina Shiga, el cultivo de heces, la lipasa y las pruebas de función hepática eran normales. El día 2, la paciente reveló haber consumido aproximadamente 500 ml de enema de café a temperatura ambiente varias horas antes del inicio de los síntomas. Utilizó 4 botellas femeninas para exprimir el café negro, que había comprado en un establecimiento de comida rápida, en su recto.
Informó que el café "nunca volvió a salir". La paciente recibió instrucciones de hacerlo de su médico naturista para eliminar sus cálculos biliares. Completó un programa de rehabilitación por adicción a narcóticos e informó que prefería los enemas a los agentes farmacológicos para mantener su salud de forma natural.
La sigmoidoscopia flexible realizada el día 3 mostró una inflamación grave hasta 60 cm de profundidad de inserción, y a través de una biopsia se identificó mucosa necrótica y exudado purulento, pero no abscesos de criptas. Se repitieron las pruebas de laboratorio para C. difficile, que resultaron negativas, y se inició tratamiento con 60 mg de metilprednisolona y 40 mg de diciclomina administrados 4 veces al día.
Al sexto día, toleraba la ingesta oral, pero se quejaba de dolor continuado, que se aliviaba con diciclomina. La repetición de la sigmoidoscopia flexible hasta 30 cm de profundidad el día 10 demostró una mejoría de la gravedad de la proctocolitis.
Además, había ulceración y tejido de granulación en el recto, pero no cambios patológicos en el colon sigmoide. La paciente fue dada de alta el día 13 con una reducción progresiva de la prednisona tras demostrar una mejoría del dolor abdominal y la resolución de la hemorragia rectal, la capacidad de tolerar la ingesta oral y un recuento de leucocitos disminuido.
Aunque escasas, las referencias a los enemas de café en la literatura aportan pruebas que contradicen las afirmaciones sobre sus beneficios. Los partidarios proponen que el café activa propiedades de tipo antioxidante a través de la glutatión S-transferasa, y se afirma que su administración rectal dilata los conductos biliares y excreta bilis cargada de toxinas.
Sin embargo, los enemas de café no se correlacionan con cambios en los niveles séricos de glutatión. Además, el café administrado mediante enema conduce a concentraciones séricas más bajas en comparación con su homólogo oral.
Se han notificado efectos adversos con el uso del enema de café. Una paciente con antecedentes de cáncer de mama avanzado desarrolló sepsis; otros 2 pacientes adquirieron graves anomalías electrolíticas. Los 3 casos resultaron en muerte. También se han descrito quemaduras térmicas por enemas de café calentados, que resultaron en estenosis y una posterior perforación intestinal.
Existen tres casos de proctocolitis inducida por enema de café en la literatura. La paciente se presentó de forma similar a estos 3 pacientes; sin embargo, las imágenes de nuestra paciente mostraron un daño más extenso desde el ano hasta el colon descendente.
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