Morfina: lo que debe saber sobre este poderoso fármaco analgésico usado para manejar el dolor intenso

Es especialmente indicada cuando otros medicamentos analgésicos no logran controlar el dolor de manera eficaz o en tratamientos post-operatorios.

Mariana Mestizo Hernández

    Morfina: lo que debe saber sobre este poderoso fármaco analgésico usado para manejar el dolor intenso

    La morfina, un analgésico opioide, se utiliza con el propósito de aliviar el dolor de moderado a fuerte. Es especialmente indicada en situaciones en las cuales otros medicamentos analgésicos no logran controlar el dolor de manera eficaz. Este medicamento está disponible en distintas presentaciones, como solución oral, tabletas y cápsulas de liberación prolongada, destinadas a ser administradas por vía oral.

    Uso de las tabletas de liberación prolongada

    Las cápsulas y tabletas de liberación prolongada de morfina se reservan para el tratamiento del dolor intenso y crónico que persiste en el tiempo. Estas presentaciones deben ser empleadas únicamente cuando otras opciones no resulten efectivas para controlar el dolor. Se clasifica en la categoría de analgésicos opioides, que actúan alterando la respuesta del cerebro y el sistema nervioso al estímulo doloroso.

    Precauciones en la dosis del medicamento

    El protocolo de uso de la morfina varía según la presentación. Por ello, es crucial que los pacientes sigan con precisión las instrucciones proporcionadas en la etiqueta del medicamento y busquen orientación de su médico o farmacéutico en caso de dudas. Cuando se utiliza la solución del fármaco es fundamental medir las dosis con precisión utilizando la taza de dosificación o jeringa provista con el medicamento.

    Los pacientes deben comprender la importancia de seguir las indicaciones médicas en relación con la dosificación. No se recomienda ajustar la dosis por cuenta propia, y si el dolor no está controlado, es fundamental comunicarse con el médico para recibir orientación adecuada. 

    Asimismo, es crucial evitar la interrupción abrupta del tratamiento con morfina, ya que podría dar lugar a síntomas de abstinencia, como inquietud, sudoración, náuseas y dificultad para conciliar el sueño.

    Precauciones generales

    Antes de comenzar el tratamiento con este fármaco, es imprescindible informar al médico acerca de cualquier alergia a la morfina u otros medicamentos, así como de condiciones médicas preexistentes y otros medicamentos en uso, tanto recetados como de venta libre. La morfina puede interactuar con una amplia gama de medicamentos, por lo que es esencial proporcionar una lista completa al médico.

    Adicionalmente, se deben tomar en cuenta precauciones especiales, como evitar la conducción de vehículos o el manejo de maquinaria pesada debido a los posibles efectos sedantes de la morfina. Esta medicación también puede causar mareos al levantarse rápidamente de una posición acostada.

    Efectos secundarios comunes

    La morfina puede estar asociada con efectos secundarios, y se aconseja notificar al médico si se experimenta alguna de las siguientes manifestaciones, ya sea en grado severo o persistente

    Los efectos secundarios comunes incluyen: somnolencia, dolor y calambres abdominales, sequedad bucal, cefaleas, sensación de nerviosismo, cambios en el estado de ánimo, contracción pupilar (reflejada en pupilas reducidas con una apariencia oscura en el centro de los ojos), así como dificultades o molestias al orinar.

    Efectos secundarios poco frecuentes

    En ciertos casos, algunos efectos secundarios pueden tener implicaciones más serias. Si experimenta alguno de los siguientes síntomas, se aconseja contactar de inmediato a su médico: cambios en la coloración de la piel, manifestaciones de agitación, alucinaciones, fiebre, sudoración excesiva, confusión, ritmo cardíaco acelerado, temblores, espasmos musculares intensos o rigidez, pérdida de coordinación, náuseas, vómitos o diarrea severos.

    Además, pueden presentarse síntomas como dificultades en la función sexual, convulsiones, somnolencia extrema, desmayos, dolor en el pecho, fiebre, aparición de urticaria, sarpullido, picazón, inflamación en ojos, rostro, boca, labios o garganta, ronquera persistente, así como dificultades significativas para respirar o tragar.


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